Tras los cristales empañados, cumbres de azúcar glace tamizada, escarcha mañanera y árboles desnudos al viento: la fría estampa de Asturias en invierno. El hielo ordena callar al río y sus aguas enferman y se paralizan, ya no lo escucho. El día se pelea con la noche y el resultado es un día sin sol y una noche sin luna. Verdes que se apagan y marrones que se disparan en un "contigo pero sin tí". El silencio es el señor del lugar y el bostezar ante tanta maravilla es el más triste, pero mejor despertar.