Otoño, lluvia, campo, familia.
En la penumbra de los días sin sol no se desperdicia ni un segundo. Son otro tipo de momentos y, aunque desprovistos de luz, invitan a la reflexión; a la quietud; a mirar tras los cristales mojados; a tener la sensación de frío en el cuerpo; a pisar la hojarasca del suelo; a recoger los frutos de temporada junto a la familia; a reirse juntos... en definitiva, a comenzar a dibujar lo que en unos meses serán "postales de invierno", según reza el titular del libro en mi mesilla de noche.
Días de sosiego, de plenitud arraigada entre libros, tazas de chocolate caliente, papel y lápiz.