21/7/11

Al mal tiempo, buena cara

Semáforo en rojo y lluvia a raudales. Esta es la estampa irremediable de nuestra calle en plena mitad del mes de julio. El cielo vierte agua como si no hubiese regado en siglos.


Tras los cristales hay una bandeja de grosellas. Cada vez que veo grosellas en el mercado siento necesidad de comprarlas y hacer mermelada, pero nunca sería tan buena como la de mi madre; también siento necesidad de no comprarlas e ir a cogerlas de su propia rama, pero no sería tan especial como cuando lo hacía con mi abuela en casa. Por todas esas razones pero sin un fin concreto... han caído en mi cesto.


Un coulis de grosella para convertir un simple yogur en otro de gran aporte energético que combinase el toque ácido de la grosella, la dulzura de la vainilla y algunos tropezones de frutos secos y semillas de lino.


Un coulis de grosella que acompañase el interior de unas magdalenas de coco y copos de arroz y que han sido una variación de esta receta base con la sustitución de la mitad de la cantidad de nata por un yogur de coco, de los arándanos por las grosellas y la utilización de azúcar cassonade (pura de caña) que le da un toque especial y magnífico.

Hemos huído de la oscuridad del día y de las calles desiertas; del semáforo en rojo que interrumpe nuestro verano; y del agua gris que moja nuestros pies. Nos hemos escapado a Holanda y Maastricht ha sido nuestro incentivo del día: un lugar bonito y tranquilo, comercial y animado, donde he disfrutado de unas glutenvrij stroopwafels que me han sabido a gloria. Gloria es lo que buscaba hoy y al final no fue tan difícil de encontrar.