Me encantan las celebraciones. Siempre son un motivo de felicidad, ya sea establecidas por una fecha señalada o espontáneas. Cualquiera de las dos merecen la pena si además se acompañan de un dulce. Comer es otro motivo de felicidad.
Este año no he estado para el cumpleaños de mi padre, cada vez se hace más difícil estar para todos los que me gustaría así que, como "más vale tarde que nunca", he cambiado el 30 de septiembre por el mes de octubre en el calendario.
Dudé entre varias recetas. Tengo tantas pendientes que nunca sé cuál elegir porque todas me apetecen. Comencé con la idea de hacer una tarta Sacher pero, finalmente, no pude resistirme a introducir variaciones y acabé haciendo una tarta más personalizada. Si hay algo que a mi padre le encanta, son los frutos secos. Después de comer, su plato se convierte en una gran montaña de mondas de fruta y cáscaras de nueces, avellanas o almendras. Al ver en el armario el gran tarro de avellanas que nos habían regalado hace unas semanas, dibujé la tarta final.
Toda nueva receta, que no se ha probado antes, es un reto pero, dedicándole tiempo y mimo, el resultado siempre se acaba acercando más al éxito que al fracaso. Afortunadamente, al día siguiente ya no quedaba ni una miguita, lo que quiere decir que esta tarta es una apuesta segura. Eso sí, es un poco laboriosa: hay que estar pendiente porque no todo el proceso se hace seguido. No obstante, merece la pena.
t a r t a d e c h o c o l a t e y a v e l l a n a
para el bizcocho:
- 130 g de mantequilla
- 130 g de harina (yo he puesto harina sin gluten Schär Mix Dolci)
- 130 g de chocolate
- 200 g de azúcar
- 6 huevos
para la crema de avellanas:
- 100 g de avellanas
- 100 g de azúcar
- 50 g de harina
- 1/2 l de leche
- 1/4 l de nata
- 3 yemas
1. Se comienza con la preparación del bizcocho batiendo la mantequilla con 100 g de azúcar y las seis yemas que se incorporan una a una.
2. Se derrite el chocolate y cuando temple, se va añadiendo a la mezcla anterior poco a poco y batiendo sin parar.
3. Por otro lado se baten las 6 claras de huevo con los otros 100 g de azúcar y se añaden a la mezcla anterior con movimientos envolventes.
4. De la misma manera y por último, se añade la harina.
5. Se engrasa un molde circular y se vierte la masa para hornearla unos 40-50 minutos a 170º (en horno previamente precalentado).
6. Una vez pasado este tiempo se deja enfriar para luego desmoldar y, mientras se enfría, se comienza a preparar la crema de avellanas.
7. Hornear las avellanas unos minutos en el caso de que no estuvieran tostadas.
8. Utilizar un molinillo para triturarlas hasta que queden en polvo.
9. Batir mucho las yemas y el azúcar hasta obtener una crema y añadir la harina poco a poco.
10. Calentar la leche y, cuando llegue al punto de ebullición, incorporar las avellanas en polvo y después, la crema de yemas, azúcar y harina sin dejar de revolver.
11. Quitar del fuego y, una vez que esté fría, verter la nata. Reservar en el frigorífico hasta que tenga una consistencia firme.
12. Pasado este tiempo, con un cuchillo de sierra, cortar el bizcocho de chocolate a la mitad. Si la superficie no ha quedado plana, cortar la zona más abultada para que quede todo a la misma altura.
13. Rellenarlo untando la crema de avellanas bien repartida y sin incluir los bordes. Tapar con la otra mitad y untar la superficie del mismo modo.
14. Rallar chocolate y repartir las virutitas por toda la tarta.
15. Si sobra crema, verter en vasitos de cristal y dejar en el frigorífico. Está deliciosa para tomar sóla.
¡Felicidades papá!