Todo lleva un proceso. Algunos son más cortos, otros más largos; unos más latosos, otros más llevaderos; los unos más sencillos, los otros más complicados; unos verdaderamente motivantes, otros enajenantes... pero al final, para bien o para mal, juegan esfuerzo, ilusión y espíritu.
He aprovechado para revisar mis carpetas de fotos y me he dado cuenta de las horas que he pasado tras el objetivo de mi cámara en los dos últimos años; otras tantas al calor del horno, otras tantas leyendo recetas; otras tantas escribiendo mis pequeñas historias; y muchas otras investigando mercados, comidas... en definitiva... convirtiendo una afición en mi día y en mi noche.
Día porque la luz es a la fotografía lo que el sol a las plantas. Noche porque cierro los ojos y se me amontonan ideas, recetas e inspiración. No conciliar el sueño a veces es agotamiento y otras, quimera.
Las texturas son fundamentales, el peso y los ingredientes también, todos los colores, las palabras... y después de unas cuantas horas cocinando, escribiendo, fotografiando, probando y logrando captar la esencia de todo el proceso... se agotó el día, se agotó la noche pero se colmaron mis aspiraciones.