Ups... y llegó el desvelo: ese mal que cuando intentas dormir y no puedes, es un infierno o ese dulce momento en el que te despiertas y sientes una necesidad apoteósica de rellenar páginas en el diario. A veces fruto de los nervios, otras del ruido de los vecinos y otras motivo de la sinrazón... siempre se puede aprovechar para sacarle partido o..., por el contrario, para alcanzar la desesperación absoluta.
Esta noche me hubiera gustado estar en África y, al menos desvelarme con el ruido de la naturaleza y sentir la inspiración de narrar aventuras como la de alguna de esas valientes exploradoras de siglos pasados a las que leo. Sin embargo estaba en mi cama de Madrid desvelada y, para colmo, con el síndrome de piernas inquietas, pero no por motivos de salud sino por la estrambótica música que lleva unos meses turbando mi sueño, que es muy preciado.