Hay líquenes, árboles desnudos y senderos estrechos que se van cubriendo de hojarasca seca de color ocre. Nada más ni nadie más. Lo tenemos para nosotros y para siempre.
Volver a Asturias es especial porque los segundos valen millones y porque cada noviembre lo que ocurre es inolvidable.
Como en sus manzanas, hay una parte ácida y otra dulce: irse o quedarse.