6/9/11

Adictivo e irresistible

Creo recordar que nunca antes me había puesto a pensar en viajar a Montenegro, ni siquiera me había puesto a pensar en Montenegro: una lástima.


Nada más cruzar la frontera no hay que ser muy sabio para darse cuenta de que Montenegro ha jugado sus mejores cartas en la pugna balcánica y que ha ganado. Ha ganado un  territorio muy valioso, el pequeño tesoro de la antigua Yugoslavia.


Una vez allí, yo me acerqué a la orilla, me metí en el agua que baña la bahía de Kotor y miré hacia arriba. Desde ese momento me quedé colgada de aquel paisaje porque la cabeza se enganchó a la roca mientras los ojos intentaban encontrar el cielo. No he estado en ningún lugar en el que el mar bañe las orillas de montañas tan majestuosas y de un tamaño tal.


No hay mucho más que contar, pues las imágenes lo dicen todo. Dicen que aquellos fueron días de relax, de desayunos frente al mar, lecturas a destajo, baños tempraneros, paseos sosegados y, al fin y al cabo, de algo necesario: de itinerario interrumpido. 

Esta semana meriendo con Montenegro y con chocolate porque ambos son adictivos e irresistibles.

               (Receta: La Tartine Gourmande)