Como en tantos otros lugares y en tantas otras circunstancias, aún quedan oficios tradicionales y muy excepcionales que no sabemos ni que existen y que corren el peligro de desaparecer. Y es que a veces pensamos que las cosas se hacen solas sin darnos cuenta de que hay unas manos, silenciosas pero mágicas, detrás.
En esta ocasión he conocido a una de las últimas mujeres que aún hoy siguen dedicándose a fabricar y reparar redes en Asturias. El de redera ha sido siempre un oficio típicamente asociado a la mujer marinera. La tarea de las rederas es a pie de muelle y su jornada laboral consiste en coser, fabricar y cuidar las redes para que estén en perfectas condiciones. Tedioso y largo trabajo para el poco beneficio y el reconocimiento que obtienen. Antiguamente las redes eran de algodón y necesitaban de mucho espacio para extenderse. Las niñas de familias marineras eran introducidas en la faena y aprendían el oficio comenzando por hacer nudos donde había agujeros para después, con el tiempo y la experiencia, terminar haciendo mallas solas.
Esta técnica fue la misma que les sirvió a las mujeres del municipio asturiano de Luanco para idear unos encajes llamados también "mallas", por su similitud con las redes de pesca. Esta costumbre artesana llegó a las costas del concejo de Gozón gracias al auge de la actividad pesquera. Durante el siglo XIX fue una importante fuente de ingresos que complementaban la deficiente economía de la zona.
Hoy avanzamos y, en la mayoría de las ocasiones, significa ganar pero también perder.