Nos rodean sillones, butacas de abuela; papel de pared al más puro estilo “Cuéntame cómo pasó”; y lámparas de terciopelo y flecos… pero no estábamos allí para hablar de pasado por mucho rollo vintage que se respirase. Ambas nos sentamos junto a un té de hierbabuena con la idea de imaginar un idílico futuro inmediato, de poner punto y final a pensar que no llegará y abrir comillas al: “¿Y por qué no?”.
Nadie decide si merecemos o no ser felices pero, para bien o para mal, me gusta creer que hay un destino y que la vida me va dando pistas con las que juego a intuir, hilar y descifrar para que la historia sea más bonita.
Me gustan las historias bonitas.