Del verde de Luxemburgo al verde de Asturias. Hemos llegado, por fin. Comienzan nuestras vacaciones aunque el sol no quiera dejarse ver tanto ahora que lo necesitamos. Venir a casa antes de irnos de viaje es el bálsamo que nos recarga para el resto del año.
Agosto y Asturias significan fiestas populares y romerías, ir de merienda y al río, jugar a las cartas y pasear por la montaña. Y todo se podía hacer a la vez, formaba parte de un verdadero ritual. Había que levantarse de buena mañana para preparar las tortillas y los filetes empanados e ir a comprar el pan. Junto a los termos de agua, de café y la bolsa nevera en mano, los pantalones cortos, el balón, las cartas y las colchas para echarse una siesta. En los coches: padres, hermanos, abuelos, primos, tíos y amigos. Todos y el todo para una magnífica excursión que, sin duda, hoy echo de menos.
Agosto y Asturias también son la Campona. Así es como llamamos en mi familia a la finca-huerta de mis abuelos, ésa donde nos solíamos juntar para comer, pasar una agradable sobremesa o una tarde recogiendo manzanas, tomates, huevos o berzas para un buen pote.
Hoy he vuelto por fin a la Campona con mis abuelos. Ha sido una tarde especial. Tanto ellos como yo nos agradecemos mutuamente esta oportunidad de mirar atrás y volver, aunque sea solo por unas horas, a los viejos tiempos en el mismo lugar y con las mismas actividades de lo que en realidad es su rutina sin mí pero conmigo recordando años ya lejanos. Me gusta volver allí y seguirles a todas partes: a comprobar cómo están las lechugas, a recoger los tomates y calabacines maduros, a arrancar y limpiar los puerros, a dar de comer a las pitas y llenar la cesta con sus huevos y a acercarme a mis manzanos, los de la variedad de manzana más única y deliciosa que existe para mí, los mismos que esta tarde me han susurrado que me esperan en octubre. Cuando estoy allí me doy cuenta de que todo el tiempo es poco para dedicarles, por eso disfruto de cada minuto.
De esta visita tan provechosa salen recetas para toda esta semana porque, de entrada, las ciruelas verdes y las manzanas no me han pasado desapercibidas desde que las he sacado del cesto. La mejor manera de ponerlas en uso inmediato me han llevado a un crumble de ambas con almendras.
Cuando como cosas que vienen de la huerta y que han sido recogidas con mis propias manos, la sensación es indescriptible. Parece que el cuerpo lo agradece y que el bienestar físico se asienta. Al fin y al cabo las vacaciones son precisamente eso, ¿no?
c r u m b l e d e c i r u e l a s y a l m e n d r a
-500 g de ciruelas deshuesadas
- 1 manzana grande pelada y cortada
- 2 cucharadas de agua
- 200 g de azúcar moreno
- 150 g de harina sin gluten
- 100 g de almendra molida
- 50 g de almendra troceada
- 150 g de mantequilla
1. Precalentar el horno a 190ºC
2. En una sartén poner las dos cucharadas de agua y las ciruelas deshuesadas a fuego lento. Pasados 5 minutos, añadir la manzana y 50 g de azúcar. Dejar que se vayan haciendo un poco durante 7-10 minutos pero sin que lleguen a deshacerse.
3. En un bol, juntar la harina, el azúcar restante y las almendras. Mezclar y añadir la mantequilla troceada. Volver a mezclar formando migas.
4. Engrasar un recipiente para horno de la forma que se desee, Verter la fruta de la sartén en el fondo y cubrir con las migas de harina, almendra, azúcar y mantequilla en toda la superficie.
5. Hornear durante 40 minutos. Los últimos dos minutos se puede poner la función de horno de gratinado si se quiere obtener un resultado más crujiente.