27/4/10

Crónicas de Pushan: Tulipland

Anunciarme que voy a recibir una sorpresa e ir descubriéndola poco a poco, al final tiene el éxito asegurado: uno, por la sorpresa en sí y dos, porque alguien lo ha pensado especialmente para mí.

En una ocasión leí que un jardín acaba reflejando tu energía, tu constancia y tu espíritu. Para cada cosa hay un momento y a mí la afición por las flores me viene desde hace muy poco. Quizás nunca antes me había parado a pensar que todo cambia cuando hay un ramillete de flores frescas en la ventana.

El mes de abril en persona me secuestró el sábado para sorprenderme con un maravilloso jardín. Juntos cruzamos la frontera de Bélgica con Holanda para asistir a uno de esos espectáculos que hay que presenciar al menos una vez en la vida. El Blloembollenstreek, entre Leiden y Haarlem, es la zona de cultivo de esta idílica flor. El recorrido por los campos de tulipanes y el sosiego de las aldeas que los gozan es la mejor válvula de escape para alegrar el alma y empaparse de quietud.

No quisimos regresar sin un ramo de tulipanes rojos y en tan solo unas horas disfrutamos de nuestro propio jardín porque a la mañana siguiente, cuando miramos hacia la ventana, la casa parecía otra. Tal y como había leído, el jardín acabó reflejando nuestra energía, constancia y espíritu: los capullos ya eran flores.


17/4/10

Alba y crepúsculo

Amenazaba lluvia pero los últimos rayos de luz lograron extenderse a lo largo y ancho de la meseta. Al fondo asomaban ya los picos aún nevados del inmaculado paisaje asturiano y, al contrario de lo que siempre ocurría una vez atravesado El Negrón, el día clareaba antes de invitar a la noche. El crepúsculo bajando el Huerna, en un avanzado mes de abril, era el usual pero a mí se me antojaba distinto, quizás por la nostalgia, quizás por el sentimiento de asturianía o sencillamente porque cada vez que volvía todo era más bello que la última vez.

Horas más tarde, apenas unas estelas blancas rompían el que se predecía como un día de impecable azul cielo bajo las faldas del Naranco. El alba en las calles silenciosas; en el aire madrugador que golpea la cara para estimular cada paso y cada pensamiento; y en el arranque de un día cualquiera en una ciudad del corazón de Asturias, ya no se me antojaba distinta, quizás porque volver era como no haberse ido nunca.

12/4/10

Un lugar, cuatro años

Estaba en los míticos Cines Luna de Madrid, sentada en una de sus butacas, rodeada de niños aplaudiendo, padres eufóricos y escuchando un concierto de música independiente de un grupo con aire retro. Todo tan surrealista como que sucedió en Malasaña.
Desde la primera canción hasta la última recorrí muchas de esas calles por donde siempre me perdí. Malasaña para mí comenzó siendo San Vicente Ferrer. De ahí a todo lo demás, que no es poco,  me dejé llevar con los años.
¿Idiosincrasia? Toda la del mundo.
¿Monotonía? Ni asoma.
Aquí cada día es distinto del anterior.
No le hace falta nada más que ser como es:
un guiño al "Carpe diem" en días con sol, medias noches y noches enteras.

8/4/10

La vida es mucho más

Sin duda ha sido una semana de esas... sin más.
Una semana de esas que todos, solo por el hecho de ser humanos, tenemos. Seguramente no ha sido mejor ni peor que otras pero, cuando la energía sopla para el lado que no tiene que soplar, se inclina hacia la susceptibilidad más estúpida.
Y sí, los sufrimientos injustificados son inherentes al ser humano, ¿qué le vamos a hacer? Es entonces cuando nos gusta adivinar el por qué o desahogarnos con alguien para que nos lo adivine. Aquí vendría aquello de: "Eso va a ser... la astenia primaveral" que se estila mucho en esta época, por ejemplo.
Siendo una respuesta más o menos acertada y/o más o menos aceptada... no nos convence.
Al final, tiene que llegar la mujer que lo sabe todo sobre tí y decirte una frase tan sencilla y natural como sorprendente: "Vive lo importante y, en lo secundario, sobrevive". Primero te quedas patidifus@, luego comienzas a reaccionar.
Gracias mamá.

5/4/10

La tentación de lo prohibido

Ayer unos ojos perseguían vitrinas adornadas de perfectos pastelitos prohibidos,
una nariz se enamoraba de su dulce olor
y una boca se encaprichaba soñando con tan solo una miguita de aquellos manjares.

Lo cierto es que esos ojos, esa nariz y esa boca estaban a las órdenes de un vientre y de una conciencia que, siempre alerta por motivos de salud y no de estética, hacían que la expresión final de ese rostro fuese nuevamente de decepción, sacrificio y resignación.

Hay días en los que las tentaciones se vuelven un infierno.