29/10/10

Un paseo por el otoño de Bruselas, algo de shopping y unas tartes de fruits

Probablemente no haya mejor lugar que los parques para respirar el otoño en las ciudades y pocas cosas son tan románticas tanto en soledad como en buena compañía.

Los parques son uno de los mejores tesoros que guarda Bruselas y, lejos de permanecer en el anonimato, representan una parte muy viva e importante de la ciudad en cada estación del año. Tervuren, Bois de la Cambre, los jardines del Palais Royal y hasta el parque de cualquier barrio merecen ser paseados bajo la lluvia, con abrigo y paraguas o, bajo el sol, con mantel y cesta de picnic.

En estos días no me he querido perder su otoño.

Tampoco quise dejar pasar la oportunidad de pasearme por el Sablon, como adicta al chocolate, siempre lo hago. Allí están todas las mejores marcas de chocolate belga y precisamente, en la de Pierre Marcolini, una de las más elegantes e innovadoras, había una colección completa de macarons espléndida.



Por allí también me acerqué a una pequeña "épicerie" tradicional, la de Claire Fontaine, y aproveché para comprar vainilla pensando en el postre que tenía en mente. Por último, en Louise, visité Dille et Kamille y allí me quedé una hora soñando recetas.

Esta noche vamos a cenar a casa de unos amigos y, una vez más, llevo encantada el postre. Entre tanto color otoñal de amarillos, ocres y marrones decidí poner un poco de color al día cuando, feliz, encontré el libro de Donna Hay. Me encanta la colección de sus "Cahiers Gourmands" y, en esta ocasión no dudé en el de "Fruits". Donna Hay es una "food stylist" fantástica de la que siempre intento aprender.

Al llegar a casa todo era perfectamente color frambuesa: el libro, una báscula de cocina vintage que J. me ha traído de Riga y así, supongo que es fácil adivinar que las "tartes de fruits" iban a ser de frambuesa y arándanos (esta vez negros para hacer contraste).

Para el relleno de las tartes había pensado en una crema de flan pero finalmente me decidí por una crema fina de mascarpone y vainilla.

Para la decoración he combinado arándanos y frambuesas. Los frutos del bosque son mis preferidos.

t a r t e s   d e   f r u i t s   c o n   c r e m a   d e   m a s c a r p o n e

Para la masa:

- 300 g de harina sin gluten (en este caso he utilizado la marca francesa Allergo)
- 150 g de mantequilla fría y en trozos
- 3 cucharadas soperas de azúcar
- 3 cucharadas soperas de agua

Para la crema de mascarpone:

- 250 g de mascarpone
- 200 ml de crème fraîche
- 75 g de azúcar
- 1/2 vaina de vainilla

Para la decoración con frutas:

- 150 g de frambuesas
- 150 g de arándanos

1. Comenzar preparando la masa en un bol con la harina y el azúcar. Añadir los trozos de mantequilla e ir deshaciéndolos con la harina y el azúcar al tiempo que se va incorporando poco a poco el agua. Amasar hasta formar una bola que no se pegue a las manos. Refrigerar durante media hora.
2. Mientras enfría la masa, precalentar el horno a 180º y preparar la crema de mascarpone mezclando simplemente la crème fraîche con el azúcar y el mascarpone batiendo hasta que quede una crema fina. Cortar la vaina de vainilla por la mitad y con un cuchillo ir raspando hasta que salen todos los puntitos y dispersarlos por la crema. Refrigerar.
3. Engrasar los moldes de las tartes y rellenar con la masa extendiendo bien por todas las esquinas. Pinchar la masa con un tenedor por toda la superficie de los moldes y colocar unas legumbres en la base para que la masa no suba en el horno.
4. Hornear durante 15 minutos más o menos a 180º hasta que se doren. Sacar y dejar enfriar.
5. Con la crema de mascarpone fría ir rellenando las tartes. Por último se colocan las frutas al gusto.
6. Conservar en un lugar frío hasta consumir para que la crema de mascarpone quede más consistente.


25/10/10

Biscotti. Propuesta octubre del Círculo Whole Kitchen

Hoy me he levantado en otro lugar. No es exactamente Italia pero huele a biscotti o "los dos veces cocidos", para entendernos mejor. Son crocantes dulces que acompañan al café o al vino dulce, sin embargo, yo he elegido el té.

Desde la ventana, esta mañana parece que no va a llover: tregua climática en Bruselas así que por aquí dejo una prueba de los biscottis con motivo de la propuesta del Círculo Whole Kitchen para el mes de octubre y me voy a dar un paseo para tener mucho que contar en próximos posts.

b i s c o t t i   d e   c h o c o l a t e   y   a v e l l a n a s

- 230 g de harina (he utilizado harina Schär Mix Dolci)
- 120 g de chocolate
- 210 g de azúcar moreno
- 150 g de avellanas
- 30 g de cacao puro en polvo
- 4 g de café instantáneo
- 5 g de bicarbonato sódico
- 1/4 cucharadita de sal
- 3 huevos
- 1 cucharadita de extracto de vainilla

1. Precalentar el horno a 180º.
2. Tostar las avellanas (si no lo estuvieran) en una bandeja de horno durante 15 minutos y retirar dejando enfriar antes de cortar en trozos grandes.
3. Bajar la temperatura a 150º.
4. Rallar el chocolate y añadir el azúcar.
5. En otro bol batir ligeramente los huevos y el extracto de vainilla.
6. En el procesador combinar la mezcla del azúcar y chocolate con la harina, el cacao en polvo, el café, el bicarbonato y la sal. Seguidamente ir añadiendo poco a poco la mezcla de los huevos hasta que se forme una masa firme y pegajosa.
7. Pasar la masa a una superficie enharinada y darle forma rectangular de rollo.
8. Poner en la bandeja del horno y cocerla durante 30 minutos.
9. Sacar el rollo del horno, dejar enfriar durante 10 minutos y cortarlo en rodajas de un par de centímetros. 10. Colocarlas en la bandeja de nuevo y hornear 15 minutos por un lado y 15 minutos por el otro.
11. Retirar del horno y dejar enfriar sobre una rejilla.

"Bon ap´!", como dirían por aquí.

22/10/10

El próximo peldaño

En estos días he recordado muchas cosas de repente. Me he vestido de niña nuevamente para darme la vuelta y mirar hacia atrás. Hay una pendiente de escalones y todos los he ido subiendo sin prisa pero sin pausa con el paso de los años. Algunos sueños cumplidos, otros por cumplir y aquellos inesperados: los espontáneos.

Ahora estoy quieta ante el próximo peldaño.
Es el momento de mirar hacia arriba y aún me quedan muchos por subir
pero
va a escampar.

16/10/10

World Bread Day: El cajón del pan

Con motivo del Día Internacional del Pan, no quería dejar pasar la oportunidad de escribir un post sobre uno de los alimentos más básicos de la historia de la humanidad.

Mi cajón del pan ha ido cambiando con los años: no es el mismo lugar, ni el mismo pan. Hace tiempo que ya no hago migas con el trigo, la cebada, la avena o el centeno. Los he abandonado por el maíz y el arroz, el mijo o la quinoa y he preferido aliarme con el bando de los "sin gluten" así que la espiga del logo no es que vaya mucho con el tipo de pan que yo sugiero para este día.

Creo que lo que más agradezco de ser celíaca es la oportunidad de haber descubierto que una de las cosas más maravillosas de este mundo es aprender a comer con los cincos sentidos y a experimentar en la cocina. Amasar y hornear mi propio pan se ha convertido en una de mis mayores satisfacciones en la vida.
Mi aportación en un día como hoy es un pan sin gluten de semillas de amapola.

p a n   s i n   g l u t e n   d e   s e m i l l a s   d e   a m a p o l a

- 500 g de harina sin gluten
- 450 ml de agua tibia
- 20 g de levadura fresca
- 3 cucharadas de aceite de oliva
- 3 cucharadas de semillas de amapola
- 1 cucharadita de sal
- 1 cucharadita de azúcar

1. Diluir la levadura en el agua tibia.
2. En un bol grande, echar la harina, el agua con la levadura y el aceite.
3. Comenzar a amasar e incorporar las semillas de amapola y por último el azúcar y la sal.
4. Seguir amasando durante cinco minutos hasta que todos los ingredientes se hayan mezclado bien. Dejar fermentar durante una hora en un molde con la forma que deseemos o en la misma bandeja del horno.
5. Precalentar el horno a 200 ºC e introducir un pequeño recipiente con agua para conservar la humedad cuando el pan se esté horneando.
6. Untar la superficie con un poco de aceite ayudándonos con un pincel. Hornear durante 30-40 minutos.
7. Dejar enfriar y cortar.


15/10/10

Tarta de chocolate y crema de avellana / Chocolate cake with hazelnut cream

Me encantan las celebraciones. Siempre son un motivo de felicidad, ya sea establecidas por una fecha señalada o espontáneas. Cualquiera de las dos merecen la pena si además se acompañan de un dulce. Comer es otro motivo de felicidad.

Este año no he estado para el cumpleaños de mi padre, cada vez se hace más difícil estar para todos los que me gustaría así que, como "más vale tarde que nunca", he cambiado el 30 de septiembre por el mes de octubre en el calendario.

Dudé entre varias recetas. Tengo tantas pendientes que nunca sé cuál elegir porque todas me apetecen. Comencé con la idea de hacer una tarta Sacher pero, finalmente, no pude resistirme a introducir variaciones y acabé haciendo una tarta más personalizada. Si hay algo que a mi padre le encanta, son los frutos secos. Después de comer, su plato se convierte en una gran montaña de mondas de fruta y cáscaras de nueces, avellanas o almendras. Al ver en el armario el gran tarro de avellanas que nos habían regalado hace unas semanas, dibujé la tarta final.

Toda nueva receta, que no se ha probado antes, es un reto pero, dedicándole tiempo y mimo, el resultado siempre se acaba acercando más al éxito que al fracaso. Afortunadamente, al día siguiente ya no quedaba ni una miguita, lo que quiere decir que esta tarta es una apuesta segura. Eso sí, es un poco laboriosa: hay que estar pendiente porque no todo el proceso se hace seguido. No obstante, merece la pena.

t a r t a   d e   c h o c o l a t e   y   a v e l l a n a

para el bizcocho:

- 130 g de mantequilla
- 130 g de harina (yo he puesto harina sin gluten Schär Mix Dolci)
- 130 g de chocolate
- 200 g de azúcar
- 6 huevos

para la crema de avellanas:

- 100 g de avellanas
- 100 g de azúcar
- 50 g de harina
- 1/2 l de leche
- 1/4 l de nata
- 3 yemas

1. Se comienza con la preparación del bizcocho batiendo la mantequilla con 100 g de azúcar y las seis yemas que se incorporan una a una.
2. Se derrite el chocolate y cuando temple, se va añadiendo a la mezcla anterior poco a poco y batiendo sin parar.
3. Por otro lado se baten las 6 claras de huevo con los otros 100 g de azúcar y se añaden a la mezcla anterior con movimientos envolventes.
4. De la misma manera y por último, se añade la harina.
5. Se engrasa un molde circular y se vierte la masa para hornearla unos 40-50 minutos a 170º (en horno previamente precalentado).
6. Una vez pasado este tiempo se deja enfriar para luego desmoldar y, mientras se enfría, se comienza a preparar la crema de avellanas.
7. Hornear las avellanas unos minutos en el caso de que no estuvieran tostadas.
8. Utilizar un molinillo para triturarlas hasta que queden en polvo.
9. Batir mucho las yemas y el azúcar hasta obtener una crema y añadir la harina poco a poco.
10. Calentar la leche y, cuando llegue al punto de ebullición, incorporar las avellanas en polvo y después, la crema de yemas, azúcar y harina sin dejar de revolver.
11. Quitar del fuego y, una vez que esté fría, verter la nata. Reservar en el frigorífico hasta que tenga una consistencia firme.
12. Pasado este tiempo, con un cuchillo de sierra, cortar el bizcocho de chocolate a la mitad. Si la superficie no ha quedado plana, cortar la zona más abultada para que quede todo a la misma altura.
13. Rellenarlo untando la crema de avellanas bien repartida y sin incluir los bordes. Tapar con la otra mitad y untar la superficie del mismo modo.
14. Rallar chocolate y repartir las virutitas por toda la tarta.
15. Si sobra crema, verter en vasitos de cristal y dejar en el frigorífico. Está deliciosa para tomar sóla.

¡Felicidades papá!

12/10/10

Días de sosiego

Otoño, lluvia, campo, familia.

En la penumbra de los días sin sol no se desperdicia ni un segundo. Son otro tipo de momentos y, aunque desprovistos de luz, invitan a la reflexión; a la quietud; a mirar tras los cristales mojados; a tener la sensación de frío en el cuerpo; a pisar la hojarasca del suelo; a recoger los frutos de temporada junto a la familia; a reirse juntos... en definitiva, a comenzar a dibujar lo que en unos meses serán "postales de invierno", según reza el titular del libro en mi mesilla de noche.

Días de sosiego, de plenitud arraigada entre libros, tazas de chocolate caliente, papel y lápiz.

7/10/10

"Viajando" a Liguria: Focaccia aux herbes de Provence et à l´huile de truffe

Me gusta viajar y, cuando no puedo, me sirve la imaginación. En realidad se ha convertido en una "obsesión" y digo obsesión porque, sin ser algo enfermizo, no quiero dejar de conocer muchos más lugares y volver a muchos otros. Algunos lo llamarían impaciencia.

Es infinitamente mejor vivir la realidad de viajar que hacerlo a través de la mente desde casa, salvo una diferencia: si hago un viaje, me encanta tener la oportunidad de probar las especialidades gastronómicas aunque no siempre sea posible cuando hay una intolerancia de por medio. En cambio, si hago uso de la imaginación, visito el lugar que me apetece y, en un abrir y cerrar de ojos, tengo en mi propia mesa un plato que probablemente habría sido difícil de encontrar, me refiero claro está, adaptado a mis necesidades.

En estos días he vuelto a "viajar" a Italia, concretamente a la región de Liguria, porque tenía una nueva"obsesión": la focaccia, esa especie de pan chato enriquecido con hierbas aromáticas.

En el armario de mi cocina siempre hay hueco para las hierbas de Provenza (mezcla de romero, tomillo, mejorana, orégano y ajedrea) y, buscando entre los aceites, encontré uno de trufa que compré este verano en el Périgord Noir.

Me pareció la combinación perfecta para aromatizar la focaccia y, a su  vez, también toda la casa gracias a las esencias que desprendía el horno.

f o c a c c i a   a u x   h e r b e s   d e   P r o v e n c e   e t   à   l´ h u i l e   d e   t r u f f e

- 300g de harina (yo he puesto harina Schär para pan)
- 10g de levadura fresca
- 2 cucharaditas de aceite de trufa (y reservar otras dos para pintar la masa)
- 250 ml de agua
- 1 cucharada de sal gorda
- 3 cucharadas de hierbas de Provenza

1. Mezclar la harina, la levadura y dos cucharadas de hierbas de Provenza en un bol.
2. Añadir el agua tibia y dos cucharaditas del aceite de trufa (las otras dos las reservamos).
3. Trabajar la masa. En este caso, no hace falta meterle demasiado aire porque no interesa que crezca como otros tipos de pan.
4. Estirar la masa y darle forma redonda, bien con la mano o ajustarla a los bordes de un molde redondo para que sea más fácil darle forma. Tiene que quedar un poco debajo de los dos centímetros.
5. Dejar reposar 30-45 minutos y precalentar el horno.
6. Una vez pasado ese tiempo, pintar la superficie de la masa con las dos cucharaditas de aceite de trufa que habíamos reservado. Añadir la sal gorda y la cucharada restante de hierbas de Provenza repartiendo bien por toda la superficie.
7. Hornear a 200ºC durante media hora hasta que adquiere un tono dorado.

He tenido la suerte de hornear las focaccias justo antes de la hora de comer así que ha sido una auténtica delicia poder acompañar la comida con ellas. Y como el otoño ya asoma, nada mejor que hacerlo con una cremita de calabaza e hinojo.


4/10/10

Sablés à la confiture / Jam Shortbread cookies

Las "sablés" francesas, al igual que las "shortbread" escocesas, siempre han sido una receta básica de todas las reposterías del mundo que, en nuestro caso, tienen su equivalencia en las tradicionales galletas de mantequilla. Las galletas de mantequilla son las que toda la vida han venido haciendo nuestras abuelas, esas de aroma inconfundible tanto cuando están cociéndose en el horno como cuando estamos a punto de darles un mordisco.

Ahora puedo dedicar más tiempo a seguir aprendiendo de la cocina y digo seguir porque creo que nunca se termina de aprender. Cocinar da muchas alegrías y muy pocas decepciones porque un mal resultado sólo provoca más ganas de volver a intentarlo.

Este fin de semana he hecho mucha vida casera y, aprovechando una merienda de amigas del domingo, he horneado una gran cantidad de "sablés". Normalmente no suelen tener relleno pero de vez en cuando a mí me gusta variarlas. Para la merienda las he rellenado con una pasta de mantequilla, azúcar y canela y con el resto de masa que ha sobrado, he hecho las "sablés à la confiture" utilizando la mermelada de grosella de mi madre que os mostré hace unas semanas.

Las formas de presentarlas pueden ser infinitas y todas muy originales según los cortapastas que se tengan. Yo las he desayunado esta mañana pero también son deliciosas para tomar a media tarde acompañadas de una tacita de té.

s a b l é s   à   l a   c o n f i t u r e

- 250g de harina (yo la he puesto sin gluten: de los 250g, 50g los he añadido de harina de maíz sin refinar)
- 125g de azúcar
- 125g de mantequilla
- 1 huevo
- Un poquito de agua si es necesario
- Mermelada para rellenar

1. Precalentar el horno a 180ºC.
2. En un bol se mezcla la harina con la mantequilla hasta hacer migas, como para la masa quebrada.
3. En otro recipiente se baten bien el huevo y el azúcar hasta que quede cremoso.
4. Se van juntando los ingredientes de ambos recipientes poco a poco y amasando bien hasta que la masa se despegue de los dedos. Si queda seca, añadir un poquito de agua.
5. Con un cortapastas ir dándoles forma y colocar en la bandeja de horno sobre papel especial. Con otro cortapastas de la forma que hayamos elegido y más pequeño, cortar por el medio la mitad del número de "sablés" que nos hayan salido (así una cara de la pasta será entera y otra tendrá un hueco para que se vea la mermelada cuando las rellenemos).
6. Hornear a 180ºC durante 12-15 minutos más o menos.
7. Dejarlas enfriar. Después rellenar cuidadosamente de mermelada las mitades enteras y colocar el resto encima.

2/10/10

Rutinas

Ayer fue una noche de viernes melancólica, de esas en las que, como escribía Benedetti en "Hasta mañana", me meto en el sueño a tientas y... "mi pesadilla es siempre el optimismo: me duermo débil, sueño que soy fuerte, pero el futuro aguarda. Es un abismo".

Por la mañana es sábado. Me gusta y no pierdo otra rutina porque el aroma del café ya no es un síntoma del estrés de la semana sino una exaltación de los largos desayunos de fin de semana, mejor con sol y aún mejor con un libro.

Dicen que un día no reído es un día perdido :)